Texto: Yurimia Boscán
Hay pájaros que construyen su propia jaula,
buscan los mejores barrotes para su pena.
Creen que el universo gira alrededor de sus
designios
y todo rumbo se detiene sino lleva al signo
de su vuelo.
Carlos Angulo
Nacido géminis bajo la tutela de Venus, el 23 de mayo
de 1954, Héctor Enrique Díaz Espinoza abrió sus ojos en Valle de la Pascua,
estado Guárico. Estaba escrito que aquel niño tuviera una vida marcada por la dualidad
de las constelaciones, gobernadas por los gemelos Castor y Pólux, como él mismo
apunta en su autobigrafía.

Inocente, el joven desanda las neblinosas calles para
acudir a la cita con sus profesores del liceo Francisco de Miranda, donde
comienzan a germinar las primeras lecturas: de Whitman a Bretón, de Mallarmé a
Verlaine, de Rimbaud a Vallejo, de Ludovico a Palomares…
Quienes lo conocieron, cuentan que era frecuente
verlo trajinar por los pasillos del liceo durante las horas de clase… Escaleras
arriba, escaleras abajo, Héctor Enrique era parte de una edificación que
retumbaba con sus versos, lanzados al vacío como si eso fuese lo que le
perteneciese… ¿Quién era aquel joven que se atrevía a conjurar la poesía como
si ésta no tuviese otra misión que chorrearle la piel?:
“Y como todo pasa y no hay caminos,
entre el
abrojo hundiré mi hacha llena de versos,
y haré una
hoguera y me sentaré a bailar con las gentes,
y fumaremos
y nos descubriremos
y, tal vez,
hasta el amor se despierte”.
Héctor Díaz, Tal vez sea el amor
Atrapado en la dualidad existencial que Héctor trajo
consigo al lanzar su grito primigenio, el joven se transfigura en un ser en
permanente pugna con lo racional y, vidente al fin, se vislumbra en medio del
torrente poético que habrá de envolverlo años más tarde, dejándolo sin
albedrío:
“Mi Viaje a la
materia comenzó al amanecer cuando Venus brilla en lo alto
y cuando el
Sol toma la mano de la diosa Luna al báculo de los días.
El oráculo
determinó que habría de nacer un hombre muy talentoso y perspicaz, quien habrá
de ser capaz de seducir con la palabra.
Cuestión que
a los 16 años habría de manifestarse.
Por esto el
poeta dice:
“Soy un
elegido, ungido por la musa”.
Héctor Díaz (Fragmento del texto Autobiografía)
Amparado en los recodos y en la lucha de contrarios,
Héctor hace de lo sórdido, el caldo de cultivo que nutre su irreverencia: es
neón de ciudad, es gula que anhela, es rosa deshojada… El poeta cose con fuego
sus infinitas heridas de ausencia, heridas que no logra curar ni con versos ni
con alcohol.
Con la serenata de su aliento amanecido, Héctor
Enrique Díaz reclama en sus acuarelas de bares oscuros, un equilibrio para lo
que ya no puede sostener en sí mismo. Sabe que hay un lugar donde es posible no
sentir…pero a ese lugar no se entra sino en arrebato brutal, en medio de su
propia fase lunar:
En cuanto la
posea, me iré con ella
De todos
modos, aquí ya nadie espera por mí
Una rosa
deshojada sobre un diván, algún amor de playa,
cien fuegos
al borde de mi herida…Y aún espero entre verso y alcohol.
Porque la
forma de tu cuerpo inunda este valle de lágrimas
Hasta que un
día cualquiera pueda recobrar mi equilibrio.
Yo sé que
hay un lugar a donde nadie llega, a menos por el dolor.
Tendré mi
propia fase como la luna…
Héctor Díaz. Espera entre recuerdos
Antípoda, Héctor Enrique Díaz vive en el umbral de lo
sagrado y lo profano. Le saca provecho a la intuición dada en herencia ancestral,
igual que el verbo.
Para el poeta, transmutarse en palabra sella el vicio
de ir y venir por sus conjuros… su paso circular lo sumerge en lo sensorial, en
lo caótico, en lo extremadamente vital y discordante. Pero eso no será
suficiente para él, quien aprende a vivir con sus demonios en un resquicio
conocido sólo por quienes pierden el camino de regreso:
Oh! alas del
destino
que me
golpearon apenas en sus celdas,
condenado a
callar tanta pena
yo sé del
imposible asalto,
yo sé del
rincón de la cárcel,
yo sé de
andar caminos
OH! Alas del
destino
que apenas
me habéis tocado
Héctor Díaz. Alas del destino

“De luto yo
en esta tierra, paso inadvertido en silencio.
Es mejor
así. Yo busco recorrer tu figura de viento y brisa de los parques
Fijar sus
árboles sedientos y revolcar alas de luz en el mapa de tu cuerpo.
Fijar de clavos
tu estatura e impedirte fugar cualquier día
Todo será
así: como rezar una oración
de cuerpos
entornados juntos al amanecer”
(Héctor Díaz. Entonación
de rezo)
Varios son los viajes que emprende Héctor Enrique
Díaz… En la década de los 80 toma París por asalto empeñado en conocer la
tierra de Verlaine y Lautremont… el refriegue poético es tan agudo que marca su
existencia. Tanto, que a Venezuela no regresa el mismo que se fue.
El joven que desembarca en La Guaira años después,
sigue mirando intenso. Su sonrisa tímida sobrevive a la hecatombe de haber
cruzado la línea divisoria entre el bien y el mal, entre la lucidez y la
locura. Europa fue la poesía, pero el precio a pagar por su estridencia resultó
alto… El Héctor que vuelve trae en su equipaje la impronta del “maldito”… Era
cuestión de tiempo que aquella mezcla de elixir y veneno se extendiera…de él
dice su amigo Rúkleman Soto:


Héctor fue condenado, muerto y publicado. Resucitó
entre los muertos más de una vez en este pueblo que borró sus pasos, la noche
que se lo llevaron para ponerle paredes al cuarto de su mente. Ese fue su
importe por haberse inmolado a la palabra poética que le fue fiel a sus
preceptos:

Déjenlo todo: familia, padres, hogares, hermanos, amigos…
seamos
solos.
Nada, sino
una maldición caerá sobre nosotros;
pero
llegaremos a poseer las visiones de Dios.
Estaremos en
la verdad.
¿Verdad?
Pasión
incontrolable.
Arduo
quehacer de la mente,
profundo,
lejano…”
Héctor Díaz. Fragmento de Tercera parte de Carta para una ninfa
moderna)
Héctor se pagó el boleto al infierno. Su agonía era el humo de un cigarro tras otro, pero Enrique, como también era llamado el poeta, conservó la mirada risueña a salvo de la inopia. Su risa calada en la ausencia de sus dientes, siguió la misma ruta de ternura que sus ojos. No así las voces que saturaron su cabeza de proféticos versos.


Enrique, hoy la ciudad llora.
Te fuiste y tus amigos
no se enteraron.
Y pensar que llueve
y tú tampoco lo sabes.
Te siento en un lugar fresco, pero no húmedo como el
lugar que dejaste.
Tu viaje en mucho tiempo
no tendrá retorno.
Fuiste llevado por la fuerza,
casi inclemente, sin
que nadie pudiera hacer mucho.
Te llevaron
varón de estas calles y de este
lugar tuyo.
No lo siento por ti, amigo,
lo que me
duele es que también se llevaron tu locura,
tu dejación y tu dolor propio, como si se llevaran de
mí
un pedazo de
algo que una vez comprendí,
e incluso vigilé tantas veces detrás de una palabra,
de un gesto,
y hasta en el trazo de color de un simple creyón de
cera.
en medio
de otras paredes
y que, a pesar
de todo,
esta noche continúa llorando.
Llueve.
No.
Es la ciudad que te recuerda.
Te recuerda como una vez te lo dije.
No.
Tú no recuerdas eso,
nosotros, sí…
Benito Chapellín. A Enrique se lo llevaron hoy
Que donde quiera esté su alma, sepa que la quise mucho, a pesar de la soledad de sus diálogos, de la lluvia lacerante y de sus rodillas clavadas en tierra pidiendo afectos que jamás llegaron... Hermoso homenaje a Enrique. Gracias.
ResponderEliminarPor: Orlando Ascanio
ResponderEliminarA LOS FAMILIARES AMIGOS Y AMIGAS DE ESE GRAN POETA LLAMADO "HECTOR ENRIQUE DIAZ" LES INFORMO QUE EL ESTA VIVO Y DEAMBULA POR LAS CALLES DE VILLA DE CURA EN MUY MAL ESTADO DE SALUD MENTAL.
ESTA A MERCED DE LA INDIFERENCIA, LA DESIDIA DE LA GENTE QUE NO SABE QUIEN ES NI LA IMPORTANCIA QUE TIENE PARA LAS LETRAS VENEZOLANAS.......
HECTOR ENRIQUE NECESITA NUESTRO APOYO...NUESTRA AYUDA... CUANDO LO LOCALIZO LE LLEVO COMIDA QUE ES LO ÚNICO QUE PIDE...SOLO PRONUNCIA LA PALABRA HAMBRE...
NO PUBLICO SUS FOTOS PORQUE ME DA DOLOR VERLO EN EL ESTADO EN QUE ESTÁ Y POR RESPETO A SU PERSONA, A SU DON DE ARTISTA Y CREADOR.
http://desdevilladecura.blogspot.com/2013/08/el-poeta-hector-enrique-diaz-esta-vivo.html
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