Texto: Yurimia Boscán
Divina calma del mar
donde la luna dilata
largo reguero de plata
largo reguero de plata
que induce a peregrinar.
En la pureza infinita
en que se ha abismado el cielo,
un ilusorio pañuelo
un ilusorio pañuelo
tus adioses solicita.
Y ante la excelsa quietud,
cuando en mis brazos te
estrecho
es tu alma, sobre mi pecho,
es tu alma, sobre mi pecho,
melancólico laúd.
Poema
Violonchelo, de Leopoldo Lugones

una que se abre como flor en un tiempo ido que lo
enseñó a mirar el presente, y otra, cosmopolita y urbana, que llena de
cornetas el andar callejero por ciudades que contienen cuerpos y almas en
perfecta sintonía con el smog.
Pedro se deja llevar en alas de gaviota y se vuelve niño mientras evoca aquella
tierra perlada de azules paisajes donde, sentado en el regazo de su abuelo Juan
González, escucha por primera vez la historia de Venezuela.
Su abuela, Consuelo González de González, también
perfila una sonrisa en el rostro de la añoranza y tibia la memoria de Pedrito,
quien se crece ante el alboroto de afectos que llegan de su pasado. Cuenta que ella era maestra y tenía su escuelita
en el fondo de la casa, razón de más para que él, sus hermanas y primos,
acudieran cada tarde a conjugar el heroísmo de los próceres margariteños con
las matemáticas y los dictados.



De sus hermanas, Glorys, Mónica, y Virginia; y de José Antonio, su hermano,
Pedro atesora vivencias que lo devuelven a aquel tiempo cuando, ajenos a las
responsabilidades, almacenaban conchas marinas bajo la almohada de la infancia.

Era tanta su fascinación por el arte, que Pedrito
pasaba horas contemplando reproducciones de las obras famosas del Renacimiento
italiano... Su abuela, admirada por las aptitudes de su nieto,
lo inscribió en las escuelas de pintura Francisco Narváez y Pedro Ángel
González.
Dotado de
cualidades que no daban cabida a la timidez, el niño pronto se vuelve
imprescindible en los actos del Grupo Escolar Estado Zulia, donde estudió su
primaria.
Asume
con propiedad su rol como emisario de la palabra, y representa a su colegio en
las embajadas culturales que solían realizarse por todo el estado Nueva
Esparta.


Cada
tarde, se abalanza sobre el picó para poner una y otra vez sus estruendosos
discos de acetato, seguido por las miradas recelosas de las abuelas.


Cuenta que su madre se asustó muchísimo con la
decisión; no obstante, su padre lo anima a seguir su sueño, en la confianza de
haber visto un talento natural que profetizaba el éxito.
Pedrito
recuerda sonriente los días de animados conciertos playeros, donde pasaba hasta
3 días tocando con su banda La Guasacaca
Maldita, con la que compartió tarima con artistas nacionales de los 80:
Melissa, Guillermo Dávila, Aguilar, Frank Quintero y Pablo Manavello, entre
otros
El arrebato del rock se encuentra con la disciplina
de la música académica, gracias a la influencia que sobre Pedrito ejerce el
cellista y guitarrista, Rodney Hinojosa, quien se convierte en faro para el
alma sonora de su amigo.



Fruto
de esta estrecha relación, años más tarde, Desenne y Pedrito, coproducirán, al
lado de Alonso Toro, el disco Alzheimer, una propuesta
experimental que desborda virtuosismo.
Estos
recuerdos, al igual que sus ensayos y presentaciones como miembro fundador de la Orquesta
Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, permanecen
intactos en su memoria. Son días de conciertos y “tigres”, al calor de los
buenos encuentros, la buena música y la improvisación.
Las
lecturas Hesse y de Carpentier son el telón
de fondo para Pedrito, quien se empeña en vivir la vida con la desbordante alegría
de quien se sabe perdido en el camino correcto.

Al lado de sus entrañables amigos, Javier Montilla, Rafael “El Pollo” Brito, y posteriormente, Orlando Cardozo, integra la agrupación Pabellón sin Baranda.

Con la
propuesta estética de Pabellón, los jóvenes le dan un vuelco a la música venezolana, y al poco
tiempo, se convierten en vanguardia de un estilo que es referencia musical
dentro y fuera del país.
El repertorio,
recogido en dos extraordinarias producciones discográficas, incluye las piezas Elegía, Paraguachí, Tonada slava,
Stravismo y Malagueña armenia, todas de la autoría de Vázquez.
Pedro también se desempeña como docente en los diversos núcleos del
Sistema Nacional de Orquestas Juveniles
e Infantiles de Venezuela. Ha
perfeccionado sus estudios de cello con los profesores Philippe Muller, Franz
Helmerson y Janos Starker


Participa como músico en la Orquesta Jóvenes Arcos y
la Orquesta de Cámara Venezuela, y ha incursionado en la composición de la mano
de Blas Atehortúa y Leo Broker, aportando creaciones para teatro y grupos de
cámara.

Mención aparte
merece su incorporación a la agrupación Tuyero
Submarín, nacida en 2001 y cuya propuesta sui géneris aglutina variadas tendencias musicales a partir de la imaginación, humor
y talento de sus integrantes: destacados
solistas, arreglistas, compositores, poetas, humoristas, artistas plásticos, y
hombres de leyes y letras que han aprendido a borrar las fronteras entre los oficios
de la cotidianidad y los géneros musicales.
Este margariteño de pura cepa, no puede dejar de
mencionar a su compañera de vida desde hace años: la poeta y actriz Libeslay
Bermúdez, libélula de luz que ha iluminado gran parte de su camino.



Despedimos este programa con la sensación de
haber sido bañados por ese mar de madera que desata tormentas en las manos de Pedro
Vázquez, manos prodigiosas que tocan el cielo desde cello y despuntan en
merecidos aplausos para un virtuoso