Textos: MIguel Hurtado
Adaptación: Yurimia Boscán
Adaptación: Yurimia Boscán
Todo en la vida es flor: Las
oraciones
de la Cristiana fe son azucenas;
lirios son las angustias y las penas
y claveles los rojos corazones.
de la Cristiana fe son azucenas;
lirios son las angustias y las penas
y claveles los rojos corazones.
Rosas son las fugaces ilusiones,
jazmín, el sueño de las niñas buenas,
y magnolias y dardos y verbenas
los deseos, las glorias y ambiciones.
La gratitud es pobre trinitaria
que las miradas de la gente esquiva,
el recuerdo, la humilde pasionaria.
La esperanza, la débil sensitiva;
y modesta, sencilla y solitaria,
la madre con su amor. ¡Es siempreviva!
Felicia Monroy inicios de
1900,en litigio con Marcos Belmonte

Sus padres, Miguel Monroy y Felicia
Monroy, ambos descendientes de inmigrantes isleños, fijan su residencia en la
parroquia San Juan, ubicada en la zona central de la ciudad.

Miguel Monroy estudia hasta el cuarto grado de
educación primaria en el Colegio San José del Ávila, ubicado en la parroquia
San José; allí desarrolla el don que había traído consigo para el dominio de
los números y de otras áreas que lo apasionaban.
Las matemáticas, el lenguaje, la geografía y la
historia son, en definitiva, el terreno fértil donde Miguel abona con
tenacidad, empeño y disciplina las enseñanzas que recibiera del padre Machado.
Miguel Antonio solía contar a sus hijos una anécdota
que recogía el temor de toda una ciudad. Era febrero de 1916. Con la mirada
perdida, Miguel relataba que aún le parecía ver cómo la gente rezaba y se
arrodillaba en medio de la calle, atemorizada ante la oscuridad que,
súbitamente y en pleno día, se había cernido sobre ellos. Poco sabía él de que mientras eso ocurría en su
Caracas natal, la ciudad de Tucacas recibía a un conglomerado de científicos
argentinos e ingleses, quienes trataban de probar las teorías de Einstein
durante el eclipse total de sol.

Con su voz cálida, y su peculiar manera de enseñar
la historia a través de vivencias y recuerdos, Miguel Antonio relataba a sus
hijos que para contrarrestar la plaga, en algunos estados se decretó que todo
niño mayor de 12 años debía sumarse a la lucha contra las langostas.
Miguel era una suerte de enciclopedia viviente que
disfrutaba contando los acontecimientos más relevantes de su época. Su placer de narrar iba paralelo al interés que suscitaba entre sus escuchas,
quienes solían sorprenderse con la exactitud que Monroy refería hechos y
sucesos que luego encontraban en sus libros de historia.


No recuerda cuánto tiempo estuvo
delirando por la peste, pero nunca dejó de repetir con el mismo estupor del
momento, que cuando se recuperó, su tío lo llevó hasta el patio de la casa,
donde había un ataúd esperando por él ante las pocas esperanzas de vida que
tenía.
Miguel Antonio
sobrevive y ese mismo año ve llegar al mundo a su hermano Gumersindo Humberto, a
quien ayuda a criar desde que tenía 7 años.
Eran tiempos duros y habían quedado huérfanos. A
Miguel Antonio le tocó, con tan solo 19 años, asumir el reto de sacar adelante
a su hermano menor.
Con una personalidad férrea, no titubeó ni un
segundo en encargarse de la economía familiar; no obstante, el joven jamás
descuidó su formación, la cual continuó de manera autodidacta.
Para la época, los cursos por correspondencia constituían
una alternativa para quienes no podían asistir al colegio. Es así como el joven
aprende electricidad e inglés.

En sus años maduros, solía acuñar de manera permanente que “de músico, poeta y
loco, todos tenemos un poco”, mientras tarareaba la canción Bésame mucho, una
de las favoritas de su progenitora.
Otro de los aspectos relevantes en la personalidad de
Miguel Antonio, fue su entusiasmo por los deportes, y aunque se destacó como ciclista
y nadador, su debilidad fue siempre el béisbol. Jugó en equipos antecesores del Royal Criollos, que
posteriormente llevó a los Leones del Caracas.

Además del deporte, la sangre isleña, con su carga
ancestral, se impone y lo lleva a destacarse en el oficio de comerciante. Más adelante, se convierte en croupier del Sans Souci,
bregando incansablemente en los clubes caraqueños de entonces.


Tras la muerte de Gómez y con López Contreras en el poder, Miguel
Antonio es testigo de los sucesos acaecidos el 14 de febrero de 1936, cuando
numerosos caraqueños acuden a la plaza Bolívar a protestar ante el gobernador
Félix Galavis, la suspensión de garantías y la censura de prensa. Los pacíficos manifestantes fueron acribillados.

El
recuerdo de este episodio estremecía a Miguel Antonio, quien relataba cómo los
heridos mojaban sus dedos en sangre y escribían sus reclamos en el piso de la
plazoleta.
En un mundo libre de la televisión, Miguel Antonio es
un extraordinario bailador, dejando boquiabiertos a quienes lo veían danzar al
ritmo de tangos, pasodobles, valses y joropos. Esa condición se crecía con sus habilidades para
jugar dominó y piropear muchachas en la plaza bolívar, donde se recreaba
escuchando a los limpiabotas silbar fragmentos completos de óperas famosas.


Contrae matrimonio con la joven Rosa
Santeliz, y fruto de esa unión tiene dos hijos: Alba y Antonio José, pero la
fatalidad lo toca y queda viudo al poco tiempo.


Con esfuerzo, tesón y constancia, Miguel Antonio
logra comprar una pequeña vivienda en pleno centro de Caracas, la cual se distinguía del resto por el hermoso
jardín que Miguel Antonio cultivaba con esmero. Allí, las rosas convivían
armónicas con los tomates, limones, berros, pepinos y quinchonchos sembrados
por él, y que eran la envidia de propios y extraños.
La dictadura de Pérez Jiménez expropia
la casa por una porción de su valor, ante la inminente ampliación de la avenida
Sucre.
Con una familia que mantener, Miguel Antonio decide
buscar nuevos aires y se muda para el barrio El Rincón, en Los Teques. Los niños crecen formados en el ejemplo del padre,
quien los educa bajo los mismos principios que él recibió.
Les inculca el amor por los estudios y alimenta sus espíritus curiosos con la
lectura, las charadas, los ejercicios mentales, la música, las artes, y la vida en toda su humana dimensión.
Las frías mañanas tequeñas se aderezaban con la
lectura de la prensa que, al igual que la leche fresca y las arepas calientes, eran
llevadas hasta la puerta del hogar.

La casa de Miguel Antonio es una casa abierta donde los amigos de sus hijos
encontraban cariño y calor de hogar.

de la patrona, pues eran los encargados de vestir y
preparar a la imagen para las festividades religiosas.
De
estirpe bravía, de salud, sentimientos y convicciones inquebrantables, Miguel
Antonio respalda su permanencia terrena con una gran fuerza interior con la que
arropa a los suyos.
Contaba que en una oportunidad se fue a la isla de
Margarita con su hermano Gumersindo de 58 años, quien desde muy joven había
huido de su tutela para hacerse marinero.
Los 70 años de Miguel Antonio no le
impiden bucear por el interior de un buque hundido en Puerto de Piedras.


Miguel Antonio Monroy, portador de una cédula de tan
sólo 4 dígitos, fue un hombre común, emprendedor y romántico que entretejió sus
obligaciones con la magia de las pequeñas grandes cosas de la vida:


Miguel Antonio deja el plano terrenal en febrero de
1985. Siempre se distinguió por respetar las normas sin obligarse con ellas… fue un
hombre de orden que logró vivir intensamente… a su manera.

Excelente programa mil felicitaciones me enteré de muchas cosas que no pude escuchar lastimosamente de boca de mi abuelo miguel Antonio monroy
ResponderEliminarExcelente programa mil felicitaciones me enteré de muchas cosas que no pude escuchar lastimosamente de boca de mi abuelo miguel Antonio monroy
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