Texto: Yurimia Boscán
Tu ciudad
amanece y no estás.
La luz en su
hora más frágil te alumbra.
Despegaste
como grácil animal de viento,
y entre
risas y besos, bailes y cantos,
te busco en
ese momento en que el amor es infinito…
Las
carreteras recorridas no dejan de viajar en mi mente
y no
entiendo tu urgencia de pasar tan rápido por mí,
de no
quedarte un ratico más
en este
devenir de azahares,
en esta
ciudad de cuerpos volátiles…
Maria Fernanda Abzueta
Hablar de Raúl Abzueta es una aventura que toca
múltiples y extraordinarias facetas del ser humano. Pocas personas, viven tanto en tan poco y logran
cristalizar cada proyecto emprendido, trascendiendo lo personal, para abrazarse
al otro en entrega, en lucha, en esfuerzo y en identidad.


Esa fue la obra de Raúl, un ser redimensionado como
amigo, intelectual y soñador, quien en su corta existencia fue Psicólogo
social, triatleta, guitarrista, arreglista, productor y compositor, amén de sus
escarceos por la danza tradicional venezolana y
la contemporánea.
Raúl nació en Barcelona, estado Anzoátegui, el
30 de septiembre de 1962, pero vive su infancia y adolescencia en la neblinosa
zona de Colinas de Carrizal, en el Estado Miranda, donde crece junto a sus tres
hermanos menores: Sergio, Víctor y Fabiola.
En sus montañas carrizaleñas, Raúl comienza su
aprendizaje por la comarca sin límites del sentimiento, dejando siempre un
lugar para los amigos de la infancia, quienes se mantienen intactos en la
querencia hasta el final de sus días.


Conocedor de las almas sonoras, el abuelo ve en su
nieto la marca de quien estaba predestinado a esculpir notas en el aire, y
desde que Raúl era un bebé, pone las maracas en sus manitas para que lleve el
ritmo. La escena se repite una y otra vez ante la mirada
amorosa de su madre, Dilcia Josefina Ayala de Abzueta quien se maravilla por la
precisión del tiempo que acompasa el pequeño.
La pareja se casa y le da la bienvenida a su
primogénito: Raúl José Abzueta Ayala. Poco después, por razones de trabajo, sus padres
retornan a la capital del país, y con dos pequeños más por quien luchar, la
casa de Colinas de Carrizal se asoma en las posibilidades de la familia. Con la mudanza, la neblina y el capín melao se hacen
parte de la cotidianidad de aquel pequeño de 7 años, que cursa sus estudios
primarios en el Colegio Sucre, de Los Teques.
Niñez y adolescencia fueron un ejercicio de amistad
infinita para Raúl…es en esos años que comienza a librar hermosas batallas de
cuerdas, trastes y melodías con su entrañable amigo Atahualpa Boscán. Ambos eran talento desbordado, testimonio vivo de
un universo que conspiraba en la perfección de quienes venían ungidos por la
esencia del artista.
Las Residencias en la Tierra, de Neruda; Cien años
de soledad, de García Márquez y El canto a mí mismo, de Whitman, entre otros,
formaban parte de los libros que compartía con sus púberes amigos en la casa materna,
centro inspirador para el intelecto de Raúl y sus hermanos.

La década de los 90 lo recibe como solista de
cuatro. Años más tarde se decide por la guitarra y
perfecciona sus estudios en la Escuela de Música Ars Nova, bajo la tutela de
Carmelo Rodríguez, Roberto Jirón, Samuel Granados y Rubén Riera.



En 2003 Raúl emprende, junto a su cuñado y
pianista, Víctor Morles, el proyecto de Mixtura, donde fusiona el jazz, el
rock, lo étnico, la música bien hecha y ese indiscutible sello de identidad que amalgama ritmos,
armonías y estilos. Graban dos excelentes producciones: Naniobo y
Animal de Viento, con las cuales deja por sentado que lo primero son sus
raíces.

Codirector musical de Los Parranderos de Caracas,
Raúl también trabajó como investigador
en la Fundación de Etnomusicología y Folklore… Escribió sobre la movida musical venezolana en un
diario caraqueño y fue uno de los motores de El nuevo sonido
de Venezuela, programa televisivo para impulsar la producción nacional
independiente. Condujo, junto a su amigo y compadre, Pedro Marín,
el programa "Caracas Sincrónica en la Radio" y más recientemente,
"El merequetengue".


Raúl ofició el arte de existir intensamente
para sí y para los demás. Entendió antes
que muchos la simplicidad del salto cuántico perdurará en el tiempo para
goce de las generaciones futuras.
Su hija
María Fernanda, quien al nacer le robó la sonrisa más grande que un hombre haya
podido dar, posee ahora la
herencia etérea que sólo un animal de viento como Raúl, puede dejar en manos de
quien besa en caída libre y baila en círculos que giran eternos en medio del
azul...
Qué bello escrito! Me encantó. Conocí a Raúl en la época de Pomarosa y quedé enamorada de la música que hacían. Tengo los CDs que para mí son un tesoro. En el 2004 los escuché en vivo en Caracas. Fue maravilloso, sonidos que llegaron a mi alma. Gracias por este escrito. Muy lindo.
ResponderEliminarEstoy en estos momentos en Komagane Japon y me acuerdo que Raul estvo aqui. PAZ a su alma.
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