N° 4. Pompilio Santeliz, historias de vida y guitarra



Texto: Yurimia Boscán



Los habitantes de Utopía se maravillaban de que un hombre cuerdo pudiera arrobarse ante el vano resplandor de una piedrecilla, pudiendo mirar la hermosura y belleza de los Astros, y aún del mismo Sol. O de que existieran hombres tan vanos que se creyeran más nobles por vestir telas finas y lujosas, cuando la verdad es que la más fina lana tuvo su principio y se crió en la oveja.
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Tomás Moro. Utopía



 
La noche que tuvo aquel sueño fue reveladora. Eran tiempos de insurrección y Bolívar, acompañado de llaneros descalzos, lo llamaba para unirse a la causa y luchar por la República. Listo ya para tomar su equipaje y partir con el ansia libertaria palpitando en su pecho, escuchó el tropel de caballos. Miró a lo lejos. Hombres con guitarras y violines ondeaban el canto como bandera. Era Pedro Infante quien venía a buscarlo para que fuera parte de otro ejército. Por unos instantes su alma se confundió. Entre la tribulación y el desconcierto miró a ambos bandos. Bolívar lo observaba expectante. Sus ojos se detuvieron en las guitarras, que los músicos rasgaron al unísono. De su decisión dependía la heroicidad o la bohemia. Entonces lo supo. Levantó los ojos y vio al Libertador que se aprestaba a partir. Tomó su guitarra y gritó: ¡Perdóname, Bolívar! y se perdió en la polvareda junto a aquel tropel de mariachis…

Fue así como Pompilio Santeliz comenzó a andar la tierra poblándola con su voz…

Inició su peregrinaje por los acordes que anunciaban un mundo mejor, desmontó la historia como quien desmonta el caballo cansado, y recorrió las huellas dejadas por otros…Aprendió a desarmar los tiempos idos para  legar el futuro a los que vinieran después. Cientos de cantores lo siguieron. El pentagrama de su guitarra clandestina había retumbado en las montañas larenses. Sin saberlo, había iniciado su propio ejército, ganado a ponerle música a la poesía, a derrumbar cercas y levantar pentagramas, pero sobre todo, llamado a darle sentido a la utopía, a retomar lo imposible como posibilidad de alimentar un nuevo sueño…

En 1915, la sierra larense de Parupano recibiría a su madre María Esperanza Santeliz Álvarez, quien transcurre parte de vida entre los paisajes semidesérticos de la región, los cuales llena de color con la llegada de sus tres hijos, fruto de su amor con su primo Rafael Pompilio, quien heredaría el nombre a su único hijo varón.

El trajín de la vida la lleva a ejercer tareas duras para una mujer, pero el trabajo sólo afina su capacidad para trasmutar la realidad y convertirla en historias para sus tres pequeños: María Esperanza, Nidia Magdalena y Rafael Pompilio.

De su padre, fallecido cuando Pompilio era un niño, poco recuerda; sin embargo, sabe que fue alambiquero, y gran jugador de dados. El músico, el poeta, el militante también cuenta entre sus genes con la valentía de un abuelo que peleó en la Guerra Federal.  Pero la referencia más firme en la vida de Santeliz, será su madre, quien le hereda la magia para sumergirse en la memoria colectiva de un país lleno de duendes, de grillos trampeando la soledad, de lloronas, ahorcados y silbones…Pero ella, su madre, jamás temió a espantos ni aparecidos…

Cuenta Pompilio, que María Esperanza atravesaba la montaña alumbrada con botellas repletas de luciérnagas, y mantenía su asombro por los pájaros lejanos que envolvían con plumas de sol la vieja casa donde pasaría sus últimos años…

La libertad de caminar y escuchar el canto de los pájaros es parte de la práctica andariega de su infancia, donde corretear los campos y pozos era una tarea de vida, así como también lo era observar la inmensa diversidad humana que le ponía el destino a través de una cerca de alambre en el patio de la casa, que lo unía y separaba de muchas otras realidades, las cuales aprendió a mirar desde pequeño como parte de ese mundo al que luego le pondría música…

La adolescencia  llegó con la rebeldía propia de alguien cuya sangre reclama transformar su universo. Pompilio comienza entonces una ardua formación política, y desde los movimientos estudiantiles de la izquierda venezolana, empieza su lucha por atajar las injusticias sociales producto de una desigual lucha de clases…

Los años 60 traen consigo el estandarte de la revolución cubana y el Che Guevara como fuentes de inspiración para una generación que se veía reflejada en las luchas protagonizadas por los jóvenes del mayo francés y los movimientos antibelicistas.

 
Nadar contracorriente era el ingrediente principal del caldo ideológico adobado por la Revolución China, Sartre, Marcusse, y tantos otros que influenciaron su vida desde temprano.

En Venezuela, ondearía la voz de Alí Primera con sus canciones de protesta, nutriendo el canto de Pompilio, quien también cosecha la fuerza de Alfredo Zitarrosa como su más grande influencia musical; sin embargo, a pesar del compromiso con el canto social, Pompilio no podrá contener su admiración por los Beatles y los Rolling Stone, a quienes escuchaba secretamente en un viejo radio, anticipándose a esa realidad de saber que el amor por la música es universal.

Profesor de Historia egresado del pedagógico de Caracas, con una maestría en Historia de América Contemporánea en la Universidad Central de Venezuela y a punto de culminar sus estudios doctorales en la Universidad Católica Andrés Bello, Pompilio ha consagrado sus investigaciones a la Utopía en América, los Movimientos de emancipación Latinoamericanos y las Nuevas Culturas Políticas. Sin embargo, sus más sólidas convicciones las obtiene en su juventud alfabetizando a campesinos, pues inmerso en el universo dialógico de Paulo Freire, pudo ver a los demás aprender mientras él desaprendía para poder avanzar.

Actualmente Pompilio es responsable del Centro de Investigaciones Sociales y Culturales de la Universidad Bolivariana de Venezuela, en el Estado Lara, tierra a la que regresa luego de 25 años de trashumar por los altos mirandinos.
                                           
Santeliz formó parte del equipo editor del suplemento cultural Sábado y Domingo que por 5 años salió encartado en un diario tequeño.

Su pasión por escribir se mantiene intacta, por lo que sus numerosos ensayos y artículos recorren las páginas de importantes revistas especializadas en el área social y en literatura, porque el verso de Pompilio también vuela alto por todo el territorio.

Pompilio es padre de tres hijos: Johana, María Esperanza y Rafael Leonardo… Para ellos reconstruyó la historia familiar, perdida en el paso de un tiempo circular como el de Macondo…es un legado de identidad que con seguridad ellos valorarán como una ofrenda de vida para la vida.
 
El amor lo ha tocado y trastocado…Para él, la mujer es el temple y la belleza, la vida abierta de par en par que de pronto se cierra para volverse abrir en el eterno ciclo de las contradicciones divinas, sin las que Pompilio confiesa, no puede vivir…



















3 comentarios:

  1. ¡La maravillosa vida de Rafael Pompilio, se enriquece con tu pluma excelsa! Que hermosura. lo disfruto muchisimo. Abrazos

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  2. Excelente artículo! Pero dónde en que pueblo de Lara nace R.P.S. A esta fecha está vivo?

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  3. Él sabe que los pájaros nunca harán silencio , pero siempre siempre sabrán ha quien le cuentan con su canto la historia secreta. Me lo dijo un azulejo 🐦

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