Texto: Yurimia Boscán
"Soy
un fantasma de mis palabras, soy un soneto abrupto,
soy un asterisco azul que tiembla
sobre lo blanco del espacio infinito.
No tengo mediciones,
inexorablemente mi vida evaporada
y tenue transcurre.
Animal de asfalto cósmico,
trocado en epidermis porosa,
una nota vibrante que viaja inacabada".
NEIFFE PEÑA
Neiffe Peña, la del alma libre, la que
trasiega México con los sueños anegando los ojos, hija de Elegguá y amiga
incondicional que lleva la música en el tuétano, llegó a este mundo un lunes de
plenilunio. Era 18 de noviembre de 1963. Cuentan que su potente llanto inundó
la maternidad de la ciudad de La Victoria, en el estado Aragua. Había nacido Neiffe, lunática
de cuerpo entero…
De aquella noche de luna llena, le
vendría a Neiffe la debilidad por el nocturnal astro: la luna verde del llano y
la luna frágil del río…y es que si la luna tuviera voz, sería como la de
Neiffe…
Su madre, Olga, fue una campesina de
pensamiento sencillo y alma abierta que solía alimentar a los niños, porque
para ella era un lema que no hubiese hambre en el mundo. También las mujeres
abandonadas tuvieron un lugar dónde ir a llorar sus soledades y tristezas. Olga
las recibía y las ayudaba a mitigar sus infortunios con consejos y
atenciones.
Neiffe sólo tenía 11 años cuando Olga se
volatiliza y se vuelve lección para la existencia de su hija, quien aprende de
ella a ser frontal, responsable, independiente, capaz de divertirse, leal con
la amistad y empecinada para lograr sus sueños.
De Pedro, su padre, Neiffe evoca cómo aprendió a amar
y recorrer los caminos. Lo recuerda como un trotamundos que la paseó por toda
Venezuela, pues conjugó esencia y oficio como chofer de autobuses de turismo,
en los que Neiffe siempre fue parte del equipaje paterno. De él aprendió cómo
andar el país de cabo a rabo puntuando sus mapas afectivos, los mismos mapas
que Neiffe aún saca de su corazón cuando la anega la nostalgia por su patria
querida
La hermana del medio, entre Dorys y Ruby,
Neiffe teje la infancia que se recicla eterna en sus sobrinos y los hijos de
sus sobrinos, por quienes late y palpita con un sentimiento que acuna a los que
siente suyos.
La música la sorprende con una radio de
bombillas que demoraba en prender…fue el juguete favorito de Neiffe, quien a
los 4 años ya tarareaba escalas y arreglos que dejaban sin aliento a su
familia.
Voladora de papagayos, escaladora de
árboles de guayaba y perseguidora de los caballos que galopaban por la hacienda
El Ingenio, todos se preocupaban porque la niñita no jugaba muñecas ni gustaba
de vestidos ni lacitos…Ella se dejaba llevar por los juegos mundanos y libres
de los varones dejando asentado un carácter nada fácil de domar…
Ocho años tenía Neiffe cuando entró a la
estudiantina del Colegio Inmaculada, y se armó con su mandolina, primer
instrumento que ejecutó con pasión y que aún conserva en su casa de México, en
el mismo estuche de antaño, de donde
parecen salir las notas de los valses que ensayaba en el patio de su casa,
haciéndose fondo musical en sus evocaciones …
Feliz con los progresos que la pequeña
Neiffe alcanzaba, su padre le regaló un cuatro. El trío lo completó su tía
Elena, quien rendida ante el talento de la niña, cargó desde México con una
guitarra. Pedro le construyó entonces varios instrumentos de percusión.
En la casa de los Peña sólo había paz
cuando a Neiffe salía a perseguir arpistas en los clubes de joropo, al otro
lado del pueblo.
Cuando Neiffe
no tocaba o cantaba, era fácil adivinar dónde estaba, pues solía pasar horas
sentada junto a la radio, escuchando melodías.
La música para Neiffe es el idioma que le permite entender a los pájaros
invisibles, es ver las estrellas reflejadas en la cara sin salir al patio, es
sumergirse en la hondura del mar sin temor a ahogarse, es caminar en los
colores y respirar el universo…
El canto fue otra cosa. Para ella fue un
descubrimiento tardío que vino de la mano de una poesía que apareció repentina
en su memoria emocional, cuando empezó a dolerle la vida, cuando aprendió a
olvidar, cuando descubrió que comprender era un verbo que a veces no podemos
conjugar, y que la palabra, aunque exorciza la razón, no arregla la injusticia…
Neiffe recuerda el tiempo que compartió
con la familia Pérez Llanos, que paradójicamente vivía en la casa donde ella
nació. Con sus amigos Víctor y Sol María, hijos de la pareja, escuchaba sin
distinción la música que definió a varias generaciones de venezolanos: el
Quinteto Contrapunto, María Teresa Chacín, Sevillano, los hermanos
Estévez, Mario Suárez, Estelita del
Llano, Serenata Guayanesa, Alí Primera…
Canto y poesía fueron bitácora y espejo
para Neiffe, quien desde muy joven libró su lucha para ser aceptada con un
cuerpo y una sexualidad no convencionales, frente a una sociedad hipócrita que
mira al “otro” desde el lugar del estigma y simplifica las diferencias en la
consulta de un terapeuta.
En este escenario de dudas y
contradicciones es que Neiffe levanta su voz para defenderse. Nadie imaginó
nunca que esa voz vendría con la potencia de quien ha hecho silencio por mucho
tiempo y necesita gritar.
A los 14 años se muda a Mérida. Allí
conoce a dos personas fundamentales en su destino: La maestra de música María
Conchita Concepción Jáuregui y Piero Staño, un italiano que le paga sus
primeros estudios de música. Cuando Neiffe le preguntó porqué lo hacía, él
contestó que estaba en presencia de una gran artista. Neiffe se rió de la
ocurrencia.
En Mérida, ciudad rebelde por excelencia,
Neiffe se nutre de poetas y filósofos, descubre el canto social, a Mercedes
Sosa, la música brasilera… su cabeza es un manojo de ideas que estallan con
Walt Whitman, Anaís Nin y Lao Tse… El I Ching se convierte en brújula para su
alma andariega.
Se confiesa discípula de Neruda, a quien
le otorga el precepto de guiarla por la fuerza telúrica latinoamericana.
También Lorca será para ella un referente simbólico de lucidez universal.
Neiffe ha compuesto unas 300 canciones que se difuminan en las
experiencias vividas. Tal producción es fruto de la disciplina, el estudio y la constancia.
Pero
no todo fue fácil. Después de mucho ir y venir, Neiffe decide probar suerte en
Caracas. De la mano Eduardo Plaza conoce a Cecilia Todd, quien la pone en
contacto con Morella Muñoz, Freddy Reina, Margot Pares Reina, Magdalena León y
Monique Bialais…Es un tiempo arduo de formación y trabajo, de técnicas vocales,
repertorios y escena…
Su
primer director musical fue Pantelis Palamides, con quien trabaja por años
junto al grupo “AEDOS”. Posteriormente, Eleazar Madriz, un matemático
guitarrista de gran sensibilidad, da a conocer el repertorio inédito de Neiffe,
integrando en la escena cuentacuentos y ballet.
Es una época de ebullición que mezcla los nombres de los artistas y
amigos que van desfilando por la autopista de talento que era Neiffe: María
Magda Toledo es voz para su poesía; Milena Hernández moldea su andar sobre las
tablas; Valentina Páez macera su piano en una aventura que fusiona la música
popular con diversos ritmos.
Lugares
como la pizzería Delia y El Odeón son espacios abiertos a la vanguardia
musical. Allí se daban cita Canelita Medina y su hija Trina, Evio Di´Marzo, Luz
Marina, Taumanova Álvarez, Aquiles Báez y María Ribas, entre muchos otros…
Será
el maestro Roberto Fuentes quien le enseñe el arte de soltar la voz haciendo
centro con su energía vital
Caracas
alterna el canto de Neiffe con otras ciudades del país, a donde llega con su
cuatro. Por esos días, la Compañía Nacional de Teatro la contrata y Neiffe
emprende una gira de tres años como artista invitada. Allí conoce al primer
actor Rafael Briceño, quien se convierte en su tutor.
Festivales,
giras, el Aula Magna con Soledad Bravo, su banda los Simones, Carlitos Rojas,
Hilda Hernández, Bambú Banda, Teresa Briceño, su primera grabación en estudio…
Pero
el torbellino que era Neiffe Peña se empeña en hacer algo diferente y le da
forma al Café “Opus Nigrum” su proyecto más importante en cuanto a música y
gastronomía.
Sus
aciertos en recetas y pentagrama, la
convierten en una referencia para la Caracas intelectual del momento. Neiffe
graba seis discos en vivo.
Su
mapa internacional abre con el viaje que hace a la Gran Sabana con 50 artistas.
La experiencia da origen al trabajo “Venezuela Cautiva”- Siguen Omar Mederos y
el Duo Filin. Cuba como destino de su poesía y su participación en el Festival
de Boleros de Oro.
Graba
su primer disco en estudio bajo la producción de Alberto Vergara. Cruza el
Atlántico y comienza su gira por Francia, España, Italia e Inglaterra…
Con
los vítores retumbando, se queda en España, pero América la reclama pronto.
México es el escogido: se enamora de sus calles, su locura, su música, su
enrarecido aire y sus mercados…
Sin
dinero y en un país extraño, Neiffe echa el resto. Por primera vez está frente
a frente con su destino
En
México graba el disco “Mi Ciudad” un nostálgico homenaje a Venezuela que cuenta
con la participación de Aquiles Báez. Rendido a sus pies de poeta y de cantora,
el pueblo mexicano la bautiza “Señora Voz”.
Neiffe
acaba de finalizar un disco de poesía musicalizada y está grabando otro de
música mexicana al lado de importantes figuras de la región, hace arepas con
chile, compone, da clases de canto y se mantiene trajinando entre poetas. Sus
amigas Lina Zerón y Dulce Ching, dan fe de ello.
Bajo
la influencia de artistas jóvenes, Neiffe revela estar tras una vertiente
musical innovadora. “Quiero romper hasta conmigo misma”, dice Neiffe.
De espíritu plural,
admira a Jesús, Buda y Elegguá. La palabra que la define es Amistad, aderezada con cocina y
buena música… buscadora constante,
Neiffe se transfigura en sonido, en maraca, en arpa, en río Orinoco, en
cerro Ávila, en lluvia torrencial…
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