Texto: Yurimia
Boscán
Tu voz puebla de lirios los barrancos soleados
donde silban mis versos de combate.
Tu voz siembra de estrellas y de azul
el cielo pequeñito de mi alma.
Tu voz cae en mi sangre como una piedra blanca
en un lago tranquilo.
En mi pecho amanecen pájaros y campanas
cuando muere el silencio para nacer tu voz.
Miguel Otero Silva
En
Santiago, capital de un Chile que se hunde alargado en la entraña americana,
patria de Neruda y de Mistral, tierra de la canción quejumbrosa que resuena en
las notas de quenas y zampoñas, nace Natalia Barahona el 18 de diciembre de 1974.

Las oscuras
circunstancias políticas que imperan en Chile en 1976, y la crisis económica
generada por el golpe de Estado de Pinochet, son las razones por las que
Virginia Acevedo y Alfonso Barahona, padres de Natalia, deciden trasladase a
Venezuela, esperanzados en encontrar la tranquilidad necesaria para que su hija
crezca en paz en un país que abría sus brazos generosos a todo el contingente
de chilenos que llegó para nutrirnos con sus aportes…
Natalia vive su
primera infancia en nuestro país.
A los 7 años regresa a Chile, pero la vida en
el Sur sigue siendo difícil. Pisa por segunda vez suelo venezolano cuando
apenas contaba 12 años. Se muda a Los Teques
y se inscribe en el liceo Julio Rosales. El paso por esta institución
reafirmaría lo que Natalia sabía que llevaba en el alma: el canto.
Evoca su debilidad
por las canciones que escuchaban sus padres, las cuales cantaba de memoria en
todos los actos escolares. Las maestras se encantaban con su voz, pero ella, de
corazón humilde, ignoraba el tamaño del don que traía a esta Tierra…
Ya adolescente, a
Natalia se le presenta la oportunidad de representar al liceo Julio Rosales en
el Festival de la Voz liceísta, evento al que entra de la mano de su querido
profesor Carlos Grimán, quien la anima a participar. Ella recuerda haber
sentido temor frente aquel reto; sin embargo, nos cuenta que aún hoy parece
escuchar la voz de Grimán pidiéndole entonar La Vaca Mariposa, una bella
pieza del compositor venezolano Simón Díaz.
Cuando Natalia
cantó, Grimán supo que ella ganaría. Ese fue el principio de la temporada de festivales
que Natalia fue conquistando, sorprendida de su fuerza, la misma fuerza que
arranca de su pecho de mezzosoprano y pone a temblar a quien la escucha
pasearse las escalas como si ninguna nota
pudiera resistirse a su impecable afinación…
Con alma bohemia y
corazón de artista, la joven Natalia entra a la Escuela de Artes Cristóbal
Rojas, en Caracas, donde se involucra en las propuestas estéticas de una vida
que se va buscando a sí misma. Se gradúa en Artes Gráficas…
Es ella el cincel
que se empeña en tallar su espíritu indomable, el mismo que canta y canta en
medio de un mar de sentimientos encontrados, porque si algo reconoce Natalia,
es que para su alma frágil no hay nota que mitigue su extraña soledad, una
soledad que pareciera tener tatuada en la blanca tez que la desdibuja…
El repertorio
venezolano se abre como una ofrenda a la voz de Natalia, quien se deja llevar
por el entramado poético de las composiciones de Henry Martínez, de Simón Díaz,
de Chelique Sarabia, de José “Pollo” Sifontes y Cecilia Todd, entre otros,
dejando claro que más que cantar, ella necesita interpretar la poesía con una
garganta privilegiada que le pone color y tesitura al pentagrama de valses,
tonadas, pasajes y merengues…
Natalia canta con
algunos intérpretes y compositores representativos, engalanando los coros de
Ilan Chéster, los hermanos Montaner, María Rivas, Jesús Ruiz y Pablo Dagnino. También
canta con Saúl Vera y su ensamble, agrupación con la que tiene la oportunidad
de recorrer Europa y presentarse en la Expo Hannover realizada en
Alemania…
Pero Natalia siempre da mucho más; como miembro de la agrupación
Cachapas con Ketchup, y como parte del proyecto Una Mano Amiga (UMA) deja por sentado que la amistad es primordial cuando ella asume el
compromiso de respaldar desinteresadamente a los amigos…
Ha
realizado jingles para productos comerciales; además de numerosos trabajos de producción
independiente para la televisión venezolana, entre los que destaca la
interpretación en español de la música de la serie animada Ongaku.
Su amigo Rolando
López tiene para Natalia un sitial especial. Recuerda haberlo conocido durantes
los días festivaleros cuando ella iba y venía por la canción venezolana
representando a su querido liceo. El talentoso Rolando, otro joven tequeño, se
deslumbra con la cristalina voz de Natalia y desde ese momento, ambos comienzan
a experimentar un vuelo por el repertorio de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés,
Soledad Bravo y Serrat, magistralmente ejecutado por el guitarrista, quien
encuentra en la sonoridad y arrojo vocal de Natalia el espacio perfecto
para sus
interpretaciones.
Los conciertos no
se hacen esperar y Natalia empieza a conquistar escenarios emblemáticos para el
público caraqueño, como los son el Aula Magna de la Universidad Central de
Venezuela y la sala de conciertos del Instituto Pedagógico de Caracas…
Natalia también
hace un aparte especial para mencionar a otro gran músico, su amigo Eduardo Ramírez, quien asume la tarea
de enseñarla a tocar el cuatro y la guitarra.

Con Eduardo de la
mano, Natalia empieza una nueva etapa como miembro de la estudiantina, donde
permanece por espacio de tres años conociendo a mucha gente valiosa que hoy se
destaca, como ella, en el exterior.
Por más de 20 años vivió
Natalia en la ciudad de Los Teques; de allí se muda a la urbanización El
Picacho, ubicada en un municipio vecino, donde continua su trabajo artístico en
medio de una rigurosa formación vocal y profesional. Paralelamente, estudia
Educación Preescolar en la Universidad José María Vargas, de Caracas.
Natalia
Barahona estudió canto con grandes maestros, entre ellos: Jannis William, de la
Fundación Bigott y Romney Arias, del Centro Cultural
Corp Group. Sus conocimientos en cuanto a técnica vocal se los agradece a
Gabriel Castro, de la Escuela de Música de los Altos Mirandinos.
Flor de
jengibre es el primer CD de Natalia. Grabado en el año 2007 bajo la
producción musical de César Orozco, el disco cuenta con un repertorio exquisito repleto de extraordinarios arreglos que fusionan las
cuerdas eléctricas de las guitarras con mandolinas y violines; el redoblante de
la batería con la cadencia ancestral del golpe de tambor, la caja flamenca,
palmas y timbales; teclados y samplers, saxos y trompetas, una maraña de notas
y ritmos que tienen como guía a la voz de Natalia, quien nos ofrece temas de su
propia autoría…

Natalia se casa en
Venezuela y junto a su esposo y su pequeña Sophie, emprende una nueva aventura:
Se muda a París, donde estudia música y composición y comienza a estremecer al exigente
público del Viejo Continente: sus conciertos en las embajadas de Venezuela en
Francia y Londres y en el Teatro de las Américas, son una ofrenda al espíritu
latinoamericano que la distingue, el cual flamea arrancado vítores y aplausos
de todos los corazones que toca con su voz…
Seis años pasa
Natalia en la “Ciudad Luz” antes de que su alma andariega sienta de nuevo la
llamada del Sur: Regresa a su Chile natal, donde se residencia con su hermosa
familia y le da la bienvenida a su segundo hijo, Nicolás.
Recientemente
Natalia vino a Venezuela para grabar Voz de algodón, su segundo disco,
el cual cuenta con músicos de la talla de Gonzalo Teppa en el bajo, Rafael Greco
en el saxo, César Orozco en el piano y la producción, Adolfo Herrera en la
batería y Vladimir Quintero en la percusión. La tendencia esta vez se inclina
al jazz fusión, y para ella representa un trabajo más centrado, madurado en su
experiencia como cantante profesional.
Natalia sueña con
hacer un tercer disco con temas propios, para lo cual estudia piano
funcional. Afirma que la clave de su éxito ha sido la perseverancia, el trabajo
riguroso y creer en sí misma. Se confiesa admiradora del compositor Henry
Martínez. Su poeta entrañable es su amigo Pablo Molina, de Los Teques; el libro
que la marca es El Perfume de Patrick Suskin…enamorada de París y del
talento y musicalidad de Concha Buita, Natalia, embriagada de trópico y de luz,
tiembla cada vez que escucha a Piero decir que es pan, que es paz, que es
más…como ella...
NATALIA
(TESTIMONIO): “Retrato hablado realmente es un tremendo proyecto ya que
más que del aspecto profesional, trata y toca la sensibilidad del artista, es
más profundo. El toque de yurimia le da un asunto más poético; es hermosísimo y
artístico”.
Despedimos
este programa deseándole éxitos a nuestra amiga Natalia, quien el próximo 2 de
junio, ofrecerá un concierto en Chile para presentar su nuevo repertorio al
mejor estilo de jazz fusión, ritmos venezolanos, poesía chilena, algo de funk y
tambores afrocubanos…
SUERTE,
NATALIA, RETRATO HABLADO SABE QUE LA GLORIA ES TUYA…
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